Al nacer, la identidad de los niños y niñas no sólo viene determinada por el sexo; tradicionalmente, también lo ha estado por el proceso de socialización y por la educación.
La familia es el primer agente socializador del niño y la niña y, al mismo tiempo donde más se puede fomentar y consolidar los roles o estereotipos tradicionales del hombre y la mujer. No obstante, puede ser también uno de los principales entornos donde educar en igualdad a los hijos e hijas.
Ya en los primeros años de vida, los juguetes pueden simbolizar los estereotipos sexistas de esta sociedad. La ‘cocinita’, el maletín de costura, la muñeca con sus complementos de ropa rosa, azul, el carricoche de bebé… son algunos ejemplos de juguetes que presuponen el rol que estas futuras mujeres desempeñarán o que socialmente se espera que desempeñen. Independientemente de la actividad profesional a la que dediquen sus vidas, la cocina o la limpieza son ejemplos de actividades que las mujeres tienen asignadas desde niñas. Los niños, por el contrario, se divierten con juegos asociados a la construcción o el transporte, por poner un ejemplo.
De la misma manera, no suele estar bien visto en el seno de las familias que el niño o la niña muestren interés por los juegos asignados al sexo contrario y, aunque este obstáculo se va superando cada vez más, sigue siendo extraño ver a un niño con muñecas o a una niña con coches de carreras. Paradójicamente, al mismo tiempo que del niño se espera que no juegue con la cocinita, se pretende que el hombre colabore en las labores del hogar. Y a la inversa, los coches y camiones que algunos no consideran adecuados para las niñas, se contraponen a una realidad creciente en la que se intenta que la mujer pueda acceder a todo tipo de profesiones. Varias esferas de la vida familiar determinarán, según el trato, las expectativas y los roles, su forma de comportarse así como el papel que jugará el niño o la niña en el futuro.
La familia es el primer agente socializador del niño y la niña y, al mismo tiempo donde más se puede fomentar y consolidar los roles o estereotipos tradicionales del hombre y la mujer. No obstante, puede ser también uno de los principales entornos donde educar en igualdad a los hijos e hijas.
Ya en los primeros años de vida, los juguetes pueden simbolizar los estereotipos sexistas de esta sociedad. La ‘cocinita’, el maletín de costura, la muñeca con sus complementos de ropa rosa, azul, el carricoche de bebé… son algunos ejemplos de juguetes que presuponen el rol que estas futuras mujeres desempeñarán o que socialmente se espera que desempeñen. Independientemente de la actividad profesional a la que dediquen sus vidas, la cocina o la limpieza son ejemplos de actividades que las mujeres tienen asignadas desde niñas. Los niños, por el contrario, se divierten con juegos asociados a la construcción o el transporte, por poner un ejemplo.
De la misma manera, no suele estar bien visto en el seno de las familias que el niño o la niña muestren interés por los juegos asignados al sexo contrario y, aunque este obstáculo se va superando cada vez más, sigue siendo extraño ver a un niño con muñecas o a una niña con coches de carreras. Paradójicamente, al mismo tiempo que del niño se espera que no juegue con la cocinita, se pretende que el hombre colabore en las labores del hogar. Y a la inversa, los coches y camiones que algunos no consideran adecuados para las niñas, se contraponen a una realidad creciente en la que se intenta que la mujer pueda acceder a todo tipo de profesiones. Varias esferas de la vida familiar determinarán, según el trato, las expectativas y los roles, su forma de comportarse así como el papel que jugará el niño o la niña en el futuro.
Por ello hay que tener claro cuales son los objetivos:
- Educar en los conceptos de igualdad de géneros.
- Educar en la empatía, educar los sentimientos y trabajar el Autoconcepto.
- Ayudar a la resolución de conflictos.
- Promover la convivencia y el respeto a la diversidad en el aula y en los centros educativos.
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