Elvira Lindo: "yo era esa niña que jugaba con muñecas. Esa niña que, en la época remota en que los niños podíamos salir solos a los parques, se bajaba a la plaza paseando a su bebé de plástico en su cochecito de plástico. Yo era esa niña que preparaba comiditas con tierra, la niña que hablaba a su muñeco, le bañaba, le cortaba el pelo... yo era esa niña que cuando veía a su madre arreglarse le pedía que le pintara los labios, que le pusiera un poquito de perfume detras de las orejas y que le robaba los zapatos de tacon para disfrutar del sonido maravilloso de los tacones.
Yo era esa niña que con dos costras permanentes en las rodillas, llegaba a casa derrotada de los juegos callejeros, pero como si tuviera una conciencia temprana de que la época del juego se esfuma, no perdía el tiempo: sentaba a mis cinco muñecos en filas como si estuvieran en la escuela y les daba clase. A una de las muñecas le ponía el nombre de una chula de mi pueblo y la tenía castigada todo el tiempo contra la pared[....] Llegue a la conclusión de que había sido una antigua y masacrada por la cultura reaccionaria. Según el retrato robot de estos entremecedores ensayos, la niña inteligente era la que optaba por los juegos de acción, prefería jugar con automóviles en vez de con muñecas, no quería ser princesa[...] Yo hubiera seguido jugando con muñecas hasta tener un niño real entre mis brazos, pero ni por asomo deseaba ser una joven carca. Por fortuna mi madre era jovencísima y aunque era la época en la que se decía que el instinto maternal era una construcción cultural impuesta, yo vivía en secreto mi instinto, era como una loba con su cachorro. Cuando llegó el momento de leerle a la critaura cuentos yo ya me estaba librando de esa idea de que todo juego y todo cuento han de ser pedagógicos y cumplir estrictas reglas morales. Al niño le gustaban monstruos espantosos, pero la mejor manera de tenerlo encandilado era contarle un cuento clásico. Dada mi experiencia como madre primero y como escritora de cuentos después, me gustaría en algún momento ser escuchada por quienes creen que para cambiar la realidad tienen que emplear tijeras de podar en la literatura infantil. ¿Por qué hay que tener menos respeto a la cenicienta que a las novelas de Jane Austen, que al fin y al cabo tratan de lo mismo, de que las mujeres luchan por salir de una vida miserable gracias al amor y al matrimonio? Los que hayan leído la cenicienta a un niño se daran cuenta de que el crío no se pone del lado del príncipe, por el hecho de ser varón, el niño como cualquier lector se identifica con la protagonista, con la cenicienta al igual que las niñas se identifican con el superheroe. Los niños van siempre con el protagonista, sea del género que sea.
Los cuentos han soportado el paso del tiempo, adiestran al niño en las emociones puras: el amor, el bandono... pero ¿que tendra que ver eso con la violencia de género o la petuacion de los roles? siendo autora de cuentos he sufrido muchas veces la falta de respeto que se le tiene a la literatura infantil, pero ya esto de querer meter cuchara en los cuentos me parece sobretodo trasnochado. Añadiría algo más: tengan un poco más de respeto por los juegos de niñas. QUE JUGAR A CASITAS, A MAMAS O A LEER HISTORIAS DE AMOR NO NOS HACE NI TONTAS, NI PUTAS NI SUMISAS".
Encontré esta noticia en el PAÍS y me llamó mucho la atención, por eso quise compartirla con vosotros. No estoy totalmente de acuerdo en todo lo que dice pero sí tiene parte de razón en algunos casos, digamos que es una noticia que te hace saber cosas que alomejor no sabiamos.